Se le vio, caminando
entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas,
de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz
asomaba.
El pelotón de
verdugos
no osó mirarle la
cara.
Todos cerraron los
ojos;
rezaron: ¡ni Dios te
salva!
Muerto cayó
Federico.
-sangre en la frente
y plomo en las entrañas-.
…Que fue en Granada
el crimen
sabed -¡pobre
Granada!-, en su Granada…
Se le vio caminar
solo con Ella,
sin miedo a su
guadaña.
Ya el sol en torre y
torre; los martillos
en yunque – yunque y
yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la
muerte. Ella escuchaba.
“Porque ayer en mi
verso, compañera,
sonaba el golpe de
tus secas palmas,
y diste el hielo a
mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu
hoz de plata,
te cantaré la carne
que no tienes,
los ojos que te
faltan,
tus cabellos que el
viento sacudía,
los rojos labios
donde te besaban…
Hoy como ayer,
gitana, muerte mía,
qué bien contigo a
solas,
por estos aires de
Granada, ¡mi Granada!”
Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño,
en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente
donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en
Granada, ¡en su Granada!
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