viernes, 27 de septiembre de 2013

Todo es espera - Ismael Serrano

Todo es espera en tu ausencia
y toda margarita trae pétalos impares.
El tic tac del reloj,
el estruendo del martillo percutor,
el avance de las dunas,
la llamada de embarque en aeropuertos,
todo anuncia este momento,
este encuentro de leones que no olvidan,
de polen besando tu cabello despeinado,
y no hay peajes ni demoras,
no hay cenizas de volcán horadando mis alas.

Una paloma con rama de ceibo
anuncia la proximidad de tu costa
y hay estruendo de gaviotas
escoltando a cada barco que se acerca
al planeta sin baobabs que es esta casa,
esta habitación luminosa
donde duermen la siesta zorros y rosales.

Todo es espera mientras tejo tu bufanda
y la sonda Voyager lleva tu recuerdo
más allá de Palermo, más allá de Vallekas,
ciudades últimas donde el mar ruge,
los corsarios beben y las primaveras muerden
los parques, los bares, las escuelas.

Un grillo aserrucha la noche
y beben el helio de mis sueños
las cartas que aún no te he escrito:
achicoria amarga y mariposas,
las canciones que te debo
y noche estival en tu dormitorio.

Llegarás a mi vida como agua a la arcilla.
Será la pena un insecto encerrado en ámbar
y yo un viejo electrón empujado por tu luz.
Hasta entonces toda margarita
traerá pétalos impares.

Publicado por Ismael Serra

lunes, 16 de septiembre de 2013

El hombre y la hormiga

Se fue a pique un día un navío con todo y sus pasajeros, y un hombre, testigo del naufragio, decía que no eran correctas las decisiones de los dioses, puesto que, por castigar a un solo impío, habían condenado también a muchos otros inocentes.

Mientras seguía su discurso, sentado en un sitio plagado de hormigas, una de ellas lo mordió, y entonces, para vengarse, las aplastó a todas.

Se le apareció al momento Hermes, y golpeándole con su caduceo, le dijo:

-Aceptarás ahora que nosotros juzgamos a los hombres del mismo modo que tu juzgas a las hormigas.

Moraleja

Antes de juzgar el actuar ajeno, juzga primero el tuyo.

martes, 10 de septiembre de 2013

Agua sexual - Pablo Neruda

Rodando a goterones solos,
a gotas como dientes,
a espesos goterones de mermelada y sangre,
rodando a goterones
cae el agua,
como una espada en gotas,
como un desgarrador río de vidrio,
cae mordiendo,
golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del alma,
rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro.

Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto,
un líquido, un sudor, un aceite sin nombre,
un movimiento agudo,
haciéndose, espesándose,
cae el agua,
a goterones lentos,
hacia su mar, hacia su seco océano,
hacia su ola sin agua.

Veo el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero,
bodegas, cigarras,
poblaciones, estímulos,
habitaciones, niñas
durmiendo con las manos en el corazón,
soñando con bandidos, con incendios,
veo barcos,
veo árboles de médula
erizados como gatos rabiosos,
veo sangre, puñales y medias de mujer,
y pelos de hombre,
veo camas, veo corredores donde grita una virgen,
veo frazadas y órganos y hoteles.



Veo los sueños sigilosos,
admito los postreros días,
y también los orígenes, y también los recuerdos,
como un párpado atrozmente levantado a la fuerza
estoy mirando.

Y entonces hay este sonido:
un ruido rojo de huesos,
un pegarse de carne,
y piernas amarillas como espigas juntándose.
Yo escucho entre el disparo de los besos,
escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.

Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro el mundo.

Y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,
veo caer agua sorda,
a goterones sordos.
Es como un huracán de gelatina,
como una catarata de espermas y medusas.
Veo correr un arco iris turbio.

Veo pasar sus aguas a través de los huesos.