"Lo llaman democracia y no lo es" ha sido uno de los
lemas más coreados por los ciudadanos que esporádicamente se han echado a la
calle desde el inicio de la crisis. A primera vista, podría parecer un eslogan
facilón e incluso exagerado. A fin de cuentas, casi todos los años, de una u
otra forma, los españoles nos convertimos en votantes y nos invitan a una
"fiesta de la democracia". Pero una democracia depende de muchísimos
factores que van más allá de introducir una papeleta en una urna y que,
paradójicamente caben resumidos en el primer artículo de la Constitución
Española.
En esos primeros párrafos se lee que España es “un Estado
democrático”, por lo que la soberanía nacional recae sobre “el pueblo español”
(no sobre el Congreso, como cree la ministra del Despido Gratuito) y que
nuestro sistema se sostiene sobre valores como “la libertad, la justicia, la
igualdad y el pluralismo político”. Echando la vista atrás a los primeros meses
del Gobierno de Mariano Rajoy, se pueden encontrar bastantes motivos para
pensar que el uso del término “democracia” es, cuando menos, cuestionable para
definir a España.
1. La soberanía no está en el pueblo español: Hace un mes,
Rajoy se plantó en Bruselas y anunció que el déficit de España sería el que él
creyese oportuno: “Es una decisión soberana de los españoles”, dijo. Sólo le
faltó pintarse la cara para emular a William Wallace. En menos de un par de
semanas, Rajoy tuvo que recular su cifra de déficit hasta el 5,3%. Ni pa’ ti,
ni pa’ mí. Y esta semana, en una triste nota de prensa, el Gobierno nos
esconde un recorte de 10.000 millones
con el único fin de alcanzar la cifra que en un primer momento le exigieron en
Europa. En Braveheart, los rebeldes se levantaban la falda. Rajoy, en cambio,
opta por la bajada de pantalones.
2. Las cuentas del Estado las lleva Alemania: No contento
con esconder los presupuestos a la espera de colocar a Javier Arenas en
Andalucía, Rajoy decidió que antes de aprobarlos era mejor que les echase un
ojo un representante de Merkel. Volker Kauder dio el visto bueno a las cuentas,
aunque su cara era un poema mientras el portavoz del PP, Alfonso Alonso, le
enseñaba los balazos en el techo del Congreso. Ante la sospecha de que el
enviado germano no entendiera muy bien el castellano y estuviera haciendo un paripé, el ministro
de Economía, Luis de Guindos, adelantó los recortes en Sanidad y Educación en
el Frankfurter Allegemeine, que tiene la ventaja de ser un diario ya traducido
al alemán, con lo que Merkel podría coger el mensaje.
3. Las elecciones generales son fraudulentas: Una
legislatura dura, por lo general, cuatro años. En ese plazo se entiende que la
situación del país pueda cambiar y los gobernantes tengan que tomar decisiones
no previstas. Pero lo que es inconcebible es que el compromiso con los
votantes, el programa electoral, no tenga ningún valor al día siguiente de las
elecciones. Si Rajoy no sabía cuál era la situación del país, es un incompetente.
Si lo sabía, peor, porque significa que su mandato está corrupto, pues engañó a
sabiendas a todos los votantes cuando prometió no subir los impuestos, no
recortar en Sanidad y Educación o no aprobar el despido libre.
4. El Gobierno no da la cara ante los ciudadanos: En una
democracia, el poder debe atenerse a mecanismos de control, y uno de estos lo
ejercen los periodistas. Los presupuestos más restrictivos de la democracia
debieron ser explicados por el mismísimo presidente del Gobierno, y no por sus
ayudantes de cámara. Para colmo, al término de la rueda de prensa, los
ministros que anunciaron semejantes recortes huyeron por la puerta trasera de
la sala para no responder a los informadores.
En la pasada legislatura, Zapatero compareció en el Congreso
para explicar el recorte de 15.000 millones de euros que también le exigían
desde fuera. El Gobierno del PP, tan habituado a los recortes en sus primeros
100 días, cree en cambio que un tajo de 10.000 millones a la Sanidad y a la
Educación puede despacharse con una nota colgada en la web de Moncloa. A este
paso, cuando creen el copago nos avisarán por WhatsApp.
Y por último, la vergonzosa imagen de Mariano Rajoy,
quedándose ante los periodistas del Senado más mudo que su muñeco de cera, y
luego huyendo por el garaje en una escena a la que sólo le faltaba la música de
Benny Hill. En su empeño por ser “transparente”, el Gobierno de Rajoy ha
acabado siendo invisible.
5. Recorte de libertades: A la espera de que la patronal
termine de redactar la reforma de la ley de huelga que quieren, el Gobierno ya
ha anunciado que tratará casi como terroristas a quienes organicen protestas
que luego acaben con algún acto de vandalismo. Además, protagonizar una sentada
pacífica o impedir un deshaucio será considerado igual de grave que agredir a
un policía (atentado a la autoridad). Para asegurarse que los protestones
acaben entre rejas, se les pedirá un mínimo de dos años de prisión. De esta
manera, los fiscales podrán pedir prisión preventiva para este nuevo modelo de
“criminal”.
6. Violación del concepto de Justicia: Ahora mismo, en
Barcelona ya hay en prisión dos jóvenes universitarios acusados de vandalismo
durante la Huelga General. Sin embargo, ¿cuántos contenedores hay que quemar
para generar un daño económico similar al causado por la cleptomanía de Jaume
Matas? Muchos, pero eso no impide que el expresidente balear se pasee por la
calle sin unos grilletes en los tobillos.
Y si la ley se empeña en llevar la contraria a los
privilegios de los grandes ladrones, para eso está la prerrogativa del indulto,
que lo mismo vale para salvar la honra de un banquero condenado como para
perdonar a unos corruptos de CiU.
Evidentemente, es exagerado y falaz decir que vivimos bajo
una dictadura. Pero que no lo llamen democracia, porque no lo es.
Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural
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